Tal dia como hoy un 8 de marzo de 1910, la baronesa francesa Raymonde de la Roche se convirtió en la primera mujer en el mundo en obtener una licencia de piloto de avión; la estadounidense Harriet Quimby, en 1911, fue la segunda, pero le ganó a la gala en haber sido la primera que voló sobre el Canal de la Mancha, hazaña que cumplió en 1912. Sin embargo, la fama y la gloria no fueron de las mencionadas sino de la estadounidense Amelia Earhart, quien antes que ninguna atravesó el Atlántico en solitario (1932).
Élise Léontine Deroche había nacido en París el 22 de agosto de 1886. Era una mujer polifacética que aparte de actriz también destacaba en el deporte y en las artes plásticas. Con el fin de promocionarse como actriz decidió cambiar su nombre por otro más adecuado a su enorme ambición. Así fue como en la alta sociedad parisina, ya reconocida por su versátil talento, se convirtió en Raymonde de Laroche.
Para estar a la altura de su aristocrático nombre necesitaba una buena dosis de publicidad. La aviación causaba en esos momentos un enorme interés.
Los aeródromos constituían un centro de reunión muy apreciado por los profesionales del espectáculo, puesto que en ellos podían lucirse y relacionarse mientras admiraban las proezas de los pioneros de la aviación. La joven Laroche calculó que le bastaría con encontrar la manera de asociar su nombre al de un avión para lanzarse definitivamente al estrellato.
Ella sólo pensaba en promocionarse como actriz, pero entonces no podía imaginar que esa decisión le haría renunciar al mundo del espectáculo para convertirse en una heroína de la aviación. Dentro de esa 'caja de gallinas' que se elevaba milagrosamente del suelo se sentía como en su propia casa. Era feliz volando. La bella y prometedora artista quedó eclipsada por la temeraria voladora. Así dejó de exhibir sus cualidades interpretativas en el teatro para hacerlo en el cielo.
A Raymonde de Laroche no le asustaba el progreso. Ella conducía su propio automóvil, algo que resultaba sorprendente en 1909, el mismo año en que, gracias al padrinazgo de Voisin, comenzó su aprendizaje aéreo en el campo de Chalons. Era necesario tener mucho valor en aquellos tiempos para ocupar el único asiento disponible en el frágil aparato. Sin embargo, ella enseguida sorprendió a todos por su facilidad para pilotar y, sobre todo, llamó la atención de sus compañeros la tranquilidad que mostró durante su primer vuelo en solitario que efectuó el 22 de octubre de 1909.
Su dinamismo, así como sus indudables dotes de aviadora, sedujeron al Aéreo Club de Francia, que le entregó el carné número 36 el 8 de marzo de 1910. La antigua actriz cuidaba su imagen y se defendía de los ataques que recibía de los hombres que no terminaban de asimilar que una mujer pudiera practicar un deporte de tan alto riesgo; un deporte que creían reservado únicamente para ellos. Incluso su aparato fue víctima de algún sabotaje. A los hombres que ironizaban sobre la capacidad de las mujeres para pilotar, Raymonde de Laroche les replicaba que «el vuelo era muy apropiado para ellas porque no dependía tanto de la fuerza física como de la coordinación mental». Lo demostró participando intensamente en las concentraciones de aviación.
En Tours, el 5 de mayo de 1910, fue el único piloto que voló a pesar de las tremendas inclemencias del tiempo. Pocos días después, en San Petersburgo, se clasificó cuarta. El zar Nicolás II quedó impresionado al verla. Esa actuación le valió la condecoración de la Orden de Santa Ana y el título de baronesa que le concedió el propio zar. Lo que empezó como una excentricidad para llamar la atención se convertía en un reconocimiento oficial. Raymonde de Laroche ironizaba con el título que acababa de recibir igual que años antes se había burlado de la burguesía parisina cambiándose el nombre con el fin de entrar en círculos privilegiados. El 14 de junio de ese mismo año de 1910 aguantó en el aire durante treinta minutos y veinte segundos, lo cual era toda una proeza.
La baronesa voladora participó posteriormente en la Grand Semaine d'aviation de la Champagne, en Reims, donde el 8 de julio de 1910 su aeroplano se estrelló sacudido por unas fuertes turbulencias. El accidente le produjo dieciocho fracturas y la obligó a guardar reposo durante varios meses. Volvió a volar en Juvisy, el 11 de febrero de 1912. Laroche era la acompañante de Charles Voisin cuando éste murió en un accidente de coche el 25 de septiembre de 1912.
Ella resultó herida leve pero continuó con sus vuelos; primero a partir de noviembre de 1912, en un biplano Sommer, y después, en abril de 1913, en la escuela Farman, donde conoció a Jacques Vial su futuro marido. En 1913 conquistó la corona de reina de las aviadoras al ganar la Copa Femina y seguidamente le arrebató el récord de altitud a la americana Ruth Law al alcanzar los cuatro mil ochocientos metros. La Gran Guerra castigó a Élise Deroche con una tremenda dureza: su marido murió en combate y perdió a su hijo víctima de la gripe asiática.
El 18 de julio de 1919, durante un vuelo de entrenamiento en el que iba como pasajera, el piloto del Caudron G-3 efectuó un looping extremadamente bajo y golpeó el aparato contra el suelo. Élise y el instructor murieron en el acto.
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