¿SABIAS QUE ....
Tras las atrocidades cometidas por Iván el Terrible, parece ser que este sanguinario zar tenía crisis periódicas de arrepentimiento, durante las cuales rezaba en la Iglesia durante horas, arrodillado frente al altar, y golpeando las losas con la frente con tanta fuerza que se provocaba sangrientas heridas.
El violinista Jean-Baptiste Lully fue el músico más destacado en la corte de Luis XIV de Francia.
En 1687, mientras dirigía la orquesta de palacio, marcaba el compás en el suelo con un bastón -la batuta aún no se había inventado-. Durante la ejecución se hirió con la punta del bastón en un dedo, pero renunció a que los médicos lo examinaran. La herida se gangrenó, y acabó matándole.
El navegante y corsario inglés Sir Walter Raleigh murió decapitado en el año 1618, tras haber caído en desgracia a los ojos del rey Jacobo I.
Su esposa hizo embalsamar su cabeza, y durante el resto de su vida la llevó siempre consigo, en un maletín de cuero.
La noche anterior al domingo de Pascua de 1920, el fisiólogo austriaco Otto Loewi se despertó alterado de un sueño, con una idea que apuntó en un papel. Por la mañana fue incapaz de descifrar lo que había escrito.
A la noche siguiente el sueño se repitió. De un salto, Loewi abandonó la cama y fue corriendo a su laboratorio para realizar un extraño y absurdo experimento con el nervio vago del corazón de varios ranas. Esa noche descubrió una sustancia de gran importancia en biología, el neurotransmisor acetilcolina.
Uno de los misterios que envuelve a Leonardo da Vinci es cómo se las ingenió para ser un excelente y prolífico artista, arquitecto, escultor, inventor... Parece ser, como asegura el investigador Claudio Stampi, del Institute for Circadian Physiology de Boston, EE UU, que el secreto de su desbordada capacidad creativa proviene de la extraña forma en que dormía.
Leonardo se echaba una cabezada de 15 minutos cada cuatro horas; es decir, dormía una hora y media al día.
El salteador de caminos William Nevison, el jinete más rápido conocido, recorrió los 350 kilómetros que separan las ciudades británicas de York y Rochester en un sólo día, en una de sus estrepitosas huidas.
Un obispo de Jaén, Alonso Suárez de la Fuente y el Sauce, que vivió durante el siglo XVI, lleva 469 años esperando su entierro.
La discusión entre familiares del finado y el Cabildo acerca del lugar en que debían reposar sus restos, es el motivo de que el cuerpo momificado de Suárez permanezca todavía sobre la capilla mayor de la catedral de Jaén.
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