Serge Voranoff, heredero de una fábrica de vodka y médico en París, acaudaló una fortuna trasplantando testículos de jovencitos a ancianos pudientes. Según Voranoff, un testículo adicional alargaba considerablemente la vida. La mayoría de los ancianos no morían de viejos, sino de terribles infecciones.
La Academia de Ciencias francesa declaró categóricamente en el siglo XIX que los meteoros son pura fantasía. Incluso el naturalista francés Cuvier, fundador de la anatomía comparada, no tuvo reparos en afirmar: “Las piedras no pueden caer del cielo, porque en el cielo no hay piedras”.
El caballero de Lamarck (1744-1829), apasionado por los temas de la evolución de los seres vivos, llegó a afirmar que, si se sacase un ojo a los recién nacidos y se les dejara reproducirse entre ellos, al cabo del tiempo se lograría obtener una raza con un sólo ojo. Esta idea le llevó a efectuar cientos de experimentos con ratas, pero lógicamente jamás logró crear un cíclope roedor.
Durante mucho tiempo se creía que las mujeres de raza blanca casadas con hombres blancos podían tener hijos negros o mulatos. De esta forma, muchos hombres fueron engañados por sus compañeras, las cuales alegaban que alguno de sus antepasados podía haber sido negro. Totalmente imposible.
Aristóteles afirmó que los objetos se aceleran al caer, porque se vuelven más jubilosos al aproximarse a la Tierra.
El astrónomo estadounidense Simon Newcomb (1835-1909) concluyó que el vuelo con un aparato más pesado que el aire era imposible.
En 1908, el gobierno de Filipinas declaró la guerra al consumo de opio, muy extendido entonces en el archipiélago. Incluso ofreció tratamiento gratuito a quienes quisieran desintoxicarse. Los resultados no fueron muy brillantes: de 13.000 opiómanos entrevistados, sólo diez accedieron a ser curados.
Los médicos griegos y medievales creían que el esperma se formaba en el cerebro.
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