La conferencia de Yalta y el vodka
En 1945, se reunieron en la ciudad Soviética de Yalta los tres líderes de los países aliados. Roosevelt, Stalin y Churchill. El lugar fue escogido por Josef Stalin, quién programó todo a la perfección para lograr que la Unión Soviética fuera el estado más favorecido tras la reunión.
Stalin era un acostumbrado bebedor de Vodka. No podía entender una reunión de “colegas” sin unos cuantos brindis de su bebida favorita. Así pues, preparó para la reunión varias botellas de Vodka. Lo curioso de la historia es que, después de un buen rato, el líder ruso seguía sorprendentemente sobrio, mientras que Churchill y Roosevelt cada vez se veían más afectados por el “mágico” elixir.
¿Magia? Más bien astucia de viejo zorro, y es que Stalin, conocedor de la importancia para su país del encuentro, cada vez que rellenaba su vaso no lo hacía con Vodka, sino disimuladamente con agua. No sabemos exactamente como transcurrió la reunión pero sí es cierto que el país más favorecido, y de largo, fue la Unión Soviética. ¿Casualidad? Quizás el vodka y la artimaña de Stalin allanaron el camino ruso.
La curiosa historia de Adenauer
Corría ya el año 1945 y la guerra estaba en sus últimos meses. Los soldados aliados se acercaban a Berlín. En una zona a orillas del río Rin, las tropas del teniente Grimball se disponían a pasar por un puente, cuando observaron a un hombre detenido junto a unas casas a un lado del camino.
En aquellos días existía un grupo conocido como Volkssturm, civiles que se dedicaban a defender el Tercer Reich. Uno de los soldados, temeroso de que aquel hombre que cuidaba su jardín perteneciera a aquel grupo y avisara de su posición, disparó su arma contra él.
Por suerte, aquel hombre logró esquivar las balas, y digo por suerte ya que se trataba nada más y nada menos que de Konrad Adenauer, que se convertiría unos años después en Canciller de la República Federal Alemana. En ocasiones es mejor asegurarse de a quién se dispara.
El extraño viaje de Rudolf Hess
En de 1941, una avioneta sale de Alemania rumbo a Inglaterra. El piloto es, ni más ni menos que Rudolf Hess, político del Partido Nazi, muy cercano a Hitler y uno de los personajes más enigmáticos de la Segunda Guerra Mundial. Mucho se ha hablado del viaje de Hess y muchas son las suposiciones y teorías que se han manejado y se siguen manejando en nuestros días para explicar un hecho que nunca quedó claro.
Es sabido que en Inglaterra existían en aquel momento ciertos grupos germanófilos, dentro incluso de las altas esferas. Un posible encuentro con ellos, quizás buscando una paz en favor de Alemania sea la respuesta más lógica al enigmático viaje. Sin embargo, y aún dando por sentado ésta suposición como correcta, quedan muchas dudas por aclarar.
Entre ellas, si el mismísimo Führer estaba al corriente de la operación, o por el contrario, Hess buscaba una paz a sus espaldas. Conjeturas o no, lo cierto es que Hess acabó como prisionero tras ser atrapado después de caer con su paracaídas en Escocia, hasta que en 1946 fue recluído en la prisión de Spandau, lugar que no abandonaría hasta su muerte en 1987
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