HECHOS INSOLITOS DE LA WWII

UNA CURIOSA CARRERA DE COCHES

Las visitas de Hitler al frente durante la campaña de Polonia se convirtieron en un quebradero de cabeza para Erwin Rommel, el futuro "Zorro del Desierto", que en aquellos momentos era el comandante encargado de coordinar estos viajes del Führer.

A los tres días del inicio de la guerra, Hitler llegó a Polonia en su tren oficial y se dispuso a hacer un recorrido por los lugares en los que se habían producido los primeros enfrentamientos con el ejército polaco. El líder germano se acomodó en su Mercedes y el resto de oficiales se apresuró a encontrar vehículos para seguirle. Al poco rato se había formado una caravana de unos treinta automóviles viajando a gran velocidad por las polvorientas carreteras de la zona.

Rommel no salía de su asombro al comprobar cómo se adelantaban unos a otros, compitiendo por situarse lo más cerca posible del coche de Hitler. El riesgo de estas maniobras era tal que faltó muy poco para que se produjesen varios accidentes. En cuanto el camino era lo suficientemente ancho, los coches se colocaban
uno al lado del otro, acelerando para remontar posiciones antes de que se estrechase de nuevo.

Finalizada la visita, el secretario personal del Führer, , se dirigió con malas maneras a Rommel, haciéndole responsable del vergonzoso espectáculo de que había sido testigo. El prestigioso militar no agachó la cabeza ante el hombre de confianza de Hitler:

- Lo siento, pero yo no soy un maestro de parvulario, ¡encárguese usted de llamarlos al orden! - respondió    orgulloso Rommel.

El 20 de septiembre, el dictador germano regresaba a Polonia para visitar de nuevo los campos de batalla en los que los modernos panzer habían derrotado a la valerosa pero obsoleta caballería polaca.

Rommel no deseaba que se repitiesen las lamentables escenas vividas dos semanas antes, así que dispuso que tras el coche de Hitler se formase una caravana en doble fila. De este modo, sería mayor el número de vehículos que tendrían el privilegio de estar en cabeza de la comitiva y además se evitarían los peligrosos
adelantamientos, al ocupar la mayor parte de la calzada.

Pero Rommel fracasó en su desesperado intento de evitar el desorden que se había producido en
la visita anterior. Cuando la caravana llegó a un estrecho puente en el que los vehículos debían pasar de uno en uno, tras el Mercedes de Hitler ya no pudo atravesarlo ninguno más, debido a que nadie estaba dispuesto a permitir el paso del coche que compartía la posición en paralelo. Así pues, al cabo de un rato, el Führer tuvo que ordenar detener su vehículo al observar, sorprendido, que nadie le seguía.


Finalmente, no sin violentos intercambios de insultos y amenazas, los coches fueron pasando de uno en uno y el grupo pudo volver a reunirse. La jornada terminó con la visita a un hospital de campaña, en donde se interesaron por el estado de los soldados heridos.

Al regresar al cuartel general, Rommel tuvo que sufrir de nuevo las diatribas de Bormann, que le dirigió unas palabras muy duras ante varios testigos. No obstante, en esta ocasión Rommel prefirió no realizar ningún comentario, consciente de la inutilidad de discutir con el insolente secretario.

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