EL ASESINO DEL ZODIACO - David Faraday and Betty Lou Jensen



David Arthur Faraday

Tenia diecisiete años,era un estudiante becado que jugaba en el equipo de su curso, era uno de los mejores alumnos del instituto de Vallejo, California (Estados Unidos). A finales de 1968 conoció a una chica morena de dieciséis años, Betty Lou Jensen, que vivía en la otra punta de la ciudad. Desde entonces iba a verla casi todos los días. Aquel día, viernes 20 de diciembre de 1968, a las 17:00 horas, David y Betty Lou hablaron con unos amigos en la calle Anette sobre su cita de esa noche. Iba a ser la primera. David salió de casa a las 18:00, y a las 19:10 llevó a su hermana, Debbie Faraday, a una reunión de las Rainbow Girls en el Pythian Castle, en el bulevar Sonoma. David le dijo a Debbie que a lo mejor él y Betty Lou irían después a la carretera del Lago Herman porque le habían dicho que “algunos colegas iban a salir por ahí esa noche”. David volvió a la casa de sus padres en Sereno Drive. A las 19:20 horas, David se vistió para su cita. Llevaba una camisa azul claro de manga larga, unos pantalones de pana marrón tipo Levi's, calcetines negros y botas de color ocre, de gamuza. Se puso su reloj Timex con caja y correa de cromo en la muñeca izquierda, y se metió un dólar y cincuenta y cinco centavos, en monedas, en el bolsillo derecho de adelante; también un pañuelo blanco y una botellita de pastillas para el aliento marca Binaca. En el dedo corazón se puso el anillo de metal amarillo de su curso con una piedra roja. Se despidió de sus padres y salió a las 19:30 horas. Se metió al automóvil Rambler familiar de cuatro puertas, color marrón, que estaba registrado con el nombre de su madre. Condujo hasta el número 123 de Ridgewood, una casa baja y alargada rodeada de hiedra y de árboles altos y finos. David se paró en la entrada. Eran las 20:00 horas. Betty Lou Jensen les había dicho a sus padres que iba a ir con David a un concierto de villancicos en su instituto, Hegan High, a sólo unas manzanas de distancia. Llevaba un vestido corto, color morado, con puños y cuello blancos.

Betty Lou Jensen

Muchas veces le decía a su hermana Melody que creía que un chico del instituto la espiaba, y, en varias ocasiones, la señora Jensen se había encontrado abierta la puerta que daba al lado de la casa. ¿Un compañero de clase? ¿O la espiaba alguien más? Mientras esperaba a Betty Lou, David habló con el padre de ésta, Verne. Sus padres eran del Medio Oeste, pero ella había nacido en Colorado, como la madre de David. Cuando Betty Lou salió, David la ayudó a ponerse el abrigo blanco de piel. Con el bolso en la mano, se despidió de su padre con un beso, le dijo que iban a ir a una fiesta después del concierto, y se fue a las 20:20, prometiendo que volvería a las 23:00 horas. Pero en vez de ir al concierto, los dos se fueron a ver a Sharon, otra estudiante, en Brentwood, cerca del instituto. A las 21:00 horas, Sharon los acompañó al coche. No le dijeron adónde iban después. Sobre la misma hora, en la carretera del lago Herman, a unos kilómetros de distancia de los límites de Vallejo, dos cazadores de mapaches que acababan de aparcar su furgoneta roja en el rancho Marshall, vieron un Chevrolet Impala blanco modelo 1960, no descapotable, de cuatro puertas, aparcado al lado de la entrada de la estación de bombeo de agua de Benicia. En ese momento un camión salía por la puerta de la estación de bombeo y se metía en la carretera vacía.

El Valiant azul 

A las 21:30 horas, un acontecimiento infrecuente sucedió en aquel lugar: un chico y su novia aparcaron el coche deportivo de la chica al lado de la carretera sinuosa para que él arreglara el motor. Los dos vieron un coche, seguramente un Valiant azul, que iba por la carretera de Benicia en dirección a Vallejo. Cuando el coche rebasó a la pareja, redujo la velocidad, siguió recorriendo unos metros y se paró en medio de la carretera. Vieron que se encendían las luces blancas de marcha atrás. Entonces empezó a retroceder hacia ellos con lentitud exasperante. Las acciones parecían tan amenazadoras que el joven puso en marcha el coche de su amiga y salió a toda velocidad. El Valiant los siguió. Cuando la pareja llegó a la salida de Benicia, se metió por ella. El otro coche continuó todo recto. A las 22:00, Bingo Wesher, un pastor de ovejas del rancho Old Borges, contaba sus reses al este de la estación de bombeo de Benicia cuando vio un sedán Chevrolet Impala blanco aparcado cerca de la entrada de la estación, delante de la puerta. También vio la furgoneta Ford del 59 de los cazadores de mapaches.

El auto estacionado en el camino a Vallejo

Después de tomar una Coca-Cola en el café Mr. Ed's, David y Betty Lou siguieron al este por Georgia y giraron a la izquierda en la avenida Columbus. En el límite de la ciudad de Vallejo, giraron a la derecha por la estrecha y sinuosa carretera del lago Herman. Pasaron por las grandes torres de la empresa de materiales de pavimentación, rocas y asfalto SVAR, cuya maquinaria horadaba una ladera de color naranja y marrón. Allí había minas de plata, y a David le habían hablado de dos hombres que querían poner en marcha una mina de azogue en las tierras de cultivo. El primer kilómetro y medio de la carretera estaba lleno de pequeños ranchos. De día las laderas estaban salpicadas de vacas que pastaban en las colinas. Ahora, la noche era cerrada. David y Betty Lou se dirigieron al este, a un apartado camino donde iban las parejas. La policía lo visitaba regularmente para avisarles de los posibles peligros de aparcar en una zona tan aislada. Justo antes de las 20:15 horas, David salió de la carretera por la derecha y aparcó a cuatro metros y medio, mirando al sur, en la zona de gravilla frente a la puerta número 10, la entrada de la alambrada a la estación de bombeo del lago Herman. Cerró las cuatro puertas, dejó el abrigo blanco de piel y el bolso de Betty Lou y su chaqueta en el asiento de detrás del copiloto, y encendió la calefacción. Echó hacia atrás el asiento frontal reclinable y lo puso en un ángulo de cuarenta y cinco grados. No había farolas, y el pedregoso claro estaba rodeado de suaves montículos y tierras de labranza. Aquel sitio era popular entre las parejas porque los chicos podían ver las luces de un coche patrulla de la policía si se acercaba por la curva de la carretera, lo que les daba tiempo para desembarazarse de la cerveza o de los cigarrillos de marihuana.

A las 22:15 una mujer y su novio, un marinero, pasaron por allí en coche. Al llegar al final de la carretera y volver quince minutos después, el coche seguía allí, pero ahora miraba a la carretera en dirección sureste. A las 22:50 la señora Stella Borges llegó a su rancho en la carretera del Lago Herman, exactamente a 2.8 kilómetros de donde Betty Lou y David habían aparcado. Cuando la señora Borges entró, el teléfono sonó y empezó a hablar con su madre. Quedaron en que la señora Borges iría a recoger a su hijo de trece años de un concierto aquella noche. A las 23:00, la señora Peggy Your y su marido, Homer, fueron a la carretera del Lago Herman con su Grand Prix dorado del 67 para revisar las tuberías y las alcantarillas que su empresa iba a instalar cerca de la estación de bombeo. Al pasar al lado del Rambler, la señora Your vio a David sentado en el asiento del conductor y a la chica apoyada en su hombro. Cuando los faros del coche de los Your iluminaron la puerta, vio que David ponía las manos en el volante.

La escena del crimen

Después de echar un vistazo al lugar de las obras, los Your siguieron hasta el pie de la colina y entraron en el rancho Marshall para dar la vuelta y volver a Benicia. Vieron la furgoneta roja de los cazadores de mapaches aparcada en el campo, a siete metros y medio. Los dos cazadores, con gorro de lana y chaquetas de caza, se encontraban dentro de la furgoneta. Después de dar la vuelta, los Your volvieron a pasar al lado del Rambler. David y Betty Lou seguían sentados en la misma posición. Los cazadores de mapaches habían vuelto a la furgoneta andando por el camino al lado del río. Estaban a punto de marcharse cuando vieron que el coche de los Your se metía por el camino de entrada. Eran las 23:05 cuando al fin se fueron, y los dos hombres vieron el Rambler aparcado y solo junto a la puerta, ahora con el cofre apuntando a ésta. Cuando otro coche tomó la curva de la carretera y los iluminó con los faros, Betty Lou y David se estuvieran abrazando. En vez de dejar atrás el vehículo, este coche se paró a su lado, a unos dos metros de distancia. El conductor era un hombre con un anorak; probablemente usaba gafas. Ahí se quedaron los dos coches, uno al lado del otro, junto a una desierta carretera rural.

A las 23:10 un trabajador de la refinería Humble en Benicia volvía a casa cuando pasó junto al Rambler. Lo vio, pero no se fijó en la marca y el color del otro auto. El coche del trabajador de la refinería se perdió de vista. Una brisa seca agitaba la hierba helada de la carretera. La reconstrucción de los investigadores especularía que el recién llegado bajó al fin su ventanilla y pidió a David y Betty Lou que bajaran del coche. Sorprendida, la joven pareja seguramente se negó. El hombre corpulento abrió la puerta de su coche. Al salir, sacó una pistola de debajo del anorak oscuro. El desconocido se quedó mirando a Betty Lou, cuya ventana estaba abierta. En vez de meterse a la fuerza por la entrada más fácil (la del lado del copiloto), el desconocido empezó a acecharles dando vueltas al coche. Se detuvo, apuntó casi al centro de la ventana posterior derecha, encima de la varilla de cromo de la parte inferior, y disparó. Rompió el cristal. Se dirigió al lado izquierdo del automóvil y disparó otra vez en el hueco de la rueda posterior izquierda. Su intención parecía ser la de obligar a los jóvenes a desplazarse al lado izquierdo del coche. Lo logró.

Cuando ambos adolescentes se apartaron apresuradamente del lado del copiloto, el desconocido corrió hacia allí. Betty Lou salió del vehículo. Cuando David pasó al asiento del copiloto y volvió la cabeza para salir, el hombre metió el brazo con la pistola por la ventana abierta, puso el cañón en la parte superior de la oreja izquierda del chico y apretó el gatillo. La bala salió horizontalmente y en ángulo, dejando las quemaduras de pólvora típicas de una herida causada por contacto. La cabeza del chico explotó. Betty Lou gritó y corrió hacia el norte, en paralelo a la carretera y en dirección a Vallejo. Persiguiendo a la chica con la pistola extendida, a menos de tres metros detrás de ella, el hombre corpulento disparó a Betty Lou cinco veces. Los disparos estaban cerca unos de otros en la parte superior derecha de su cuerpo. La puntería era increíble: un blanco en movimiento, un pistolero en movimiento corriendo sobre gravilla, en una carretera rural casi completamente a oscuras. Betty Lou cayó muerta exactamente a 8.55 metros del parachoques trasero del Rambler. La chica que huía ni siquiera llegó a la calzada. Cayó sobre el costado derecho, con el rostro hacia abajo, los pies al oeste. David estaba de espaldas, con los pies apuntando a la rueda posterior derecha. Respiraba de forma áspera y casi imperceptible. Un gran charco de sangre empezaba a formarse en torno a su cabeza.

El desconocido dio marcha atrás con su automóvil y se alejó por la carretera. La señora Borges, que seguía con el abrigo puesto, colgó el teléfono y, con su suegra y su hija, cogió el coche para ir a Benicia. Miró el reloj de la cocina. Eran las 23:10. Tardó cuatro o cinco minutos, a cincuenta kilómetros por hora, en llegar al sitio donde David había aparcado. Al doblar la esquina de la carretera al lado de la alambrada, sus faros iluminaron la escena. Al principio la señora Borges creyó que el hombre se había caído del coche. Después, cerca de una señal de tráfico amarilla en forma de rombo, vio a Betty Lou. La puerta delantera derecha del Rambler seguía abierta; el zumbido de la calefacción se oía en el silencio. La señora Borges aceleró por la estrecha autopista a Benicia para buscar auxilio. Justo al norte de la Interestatal 680 vio un coche patrulla de Benicia y empezó a tocar el claxon y a manipular las luces para llamar su atención. Los dos coches se detuvieron delante de la gasolinera Enco en la calle 2 Este y la señora Borges les contó a los agentes la escena que había visto en la cuneta. Eran las 23:19.

El coche de la policía se dirigió con las luces azules intermitentes al escenario de la agresión y llegó en tres minutos. Los agentes, el comandante Daniel Pitta y el agente William T. Warner, vieron que el chico respiraba débilmente y llamaron a una ambulancia. Registraron el Rambler de dos colores. El motor estaba tibio, la llave de contacto puesta, la puerta delantera derecha abierta de par en par, las otras tres puertas y la del maletero cerradas. Encontraron un casquillo calibre .22 usado a los pies del asiento del copiloto. Como el terreno y la zona de gravilla estaban heladas, no había marcas visibles de neumáticos ni señales de lucha. Taparon a Betty Lou con una manta de lana. El gran charco de sangre que se había formado alrededor de su cuerpo procedía en su mayor parte de la nariz y la boca. El rastro de sangre conducía al coche. David estaba tumbado boca arriba. El comandante Pitta advirtió, gracias a la zona oscura alrededor de la herida de la oreja izquierda, que la bala había sido disparada a corta distancia. Tenía un gran bulto en la mejilla derecha, sangre en las manos y en las mangas de la camisa. Warner dibujó con tiza la silueta de la figura inmóvil, cuyos pies estaban cerca de la puerta del copiloto. Cuando la ambulancia llegó, pusieron a David en una camilla, lo metieron en la parte trasera del vehículo y fueron a toda velocidad, con la sirena ululando, al Hospital General de Vallejo. En el trayecto, un médico se ocupó de él. A las 23:29, Pitta llamó al juez de instrucción del condado, Dan Horan. Dado que la agresión se había producido en una zona escasamente habitada del condado de Solano, fuera de la jurisdicción de la policía de Benicia, se lo notificó a la oficina del sheriff del condado de Solano por radio y pidió una unidad y un inspector. Horan se vistió rápidamente. A medianoche ya estaba en el escenario del crimen con el doctor Byron Sanford de Benicia. Horan siempre se encargaba de la parte difícil e informaba en persona a las familias de las víctimas. Sanford certificó la muerte de Betty Lou y mandó que se llevaran el cadáver para realizarle la autopsia. Primero hicieron fotos desde todos los ángulos posibles. Un periodista de The Fairfield Daily Republic, Thomas D. Balmer, había llegado antes, pero no le dejaron pasar hasta que llegó el inspector a las 00:05 horas. A esa misma hora, David Faraday expiró; llegó muerto al hospital.

El auto de las víctimas

Se recuperaron siete balas en las víctimas y en el vehículo. Cuatro de ellas se encontraban en buenas condiciones; las otras tres estaban en mal estado. Dos de ellas no se encontraron: se perdieron en algún lugar del campo que se extendía junto a la carretera del Lago Herman. Todas las balas recuperadas tenían un ángulo de giro a la derecha en el sentido de las agujas del reloj, con seis campos y seis estrías: balas “seis y seis”. Lundblad siguió metódicamente todas las pistas que surgieron. El último día de las víctimas fue reconstruido con exactitud minuto a minuto; se recogieron treinta y cuatro testimonios detallados. Lundblad investigó la vida privada de las dos víctimas, trabajando casi las veinticuatro horas.

La familia y los amigos de Betty Lou y David fueron interrogados, así como los sospechosos habituales de la zona. Entre otras posibilidades, había doscientas noventa personas registradas en el Hospital Psiquiátrico del Estado en Napa que vivían en esa región. La familia de Betty Lou le contó a Horan que había un chico despechado que la había estado molestando en el instituto y que había amenazado a David: "Estoy pensando en pegarte con unas nudilleras de metal".

También sospechaban que ese chico podía ser el que merodeaba por el jardín de noche. Horan pasó esta información a Lundblad, que descubrió que el sospechoso tenía una coartada incontestable: después de la fiesta de cumpleaños de su hermana, el muchacho vio la televisión hasta las 23:00 horas, acompañado de un policía de Mare Island. Se siguieron las pistas ofrecidas por la gente. Pero los asesinatos no parecían responder a ningún motivo, aparte del puro placer de matar. Lundblad no encontró ningún indicio de intento de robo o abuso sexual en las víctimas.

 El reino del terror de “El Asesino del Zodíaco” había comenzado.

1 comentario:

  1. Yo he investigado en que el ocultamiento del asesino del zodiaco es un reptiliano de origen de la constelacion de LACERTA y que tenia la piel gris, ademas que residia en el area 51 y que el motivo de asesinar a los humanos fue por reencor ya que su madre murio en experimentos, asi que escapo de area 51 y finalmente el mismo se quito la vida, tirandose al mar. Sus restos? en el fondo del pacifico.

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